Yo tengo una niña que grita mi nombre, que me pide amor y perdón,
una niña que me guía en cada paso y para la que siempre sale el sol,
una niña que merece todo mi respeto y mi amor,
una niña preciosa sin la que no viviría y que pide a gritos mi atención.
A mi niña le hice una promesa: amarla, cuidarla, alimentarla y protegerla.
Cada día le pregunto qué necesita, qué anhela, qué desea,
cómo está, si tiene algún pesar.
Cada día converso con ella y le ofrezco todo mi amor.
Mi niña es mi mayor tesoro; es mi niña interior.
Raquel García García