¿Cuántas veces te has sentido solo aun estando rodeado de mucha gente? Cuánto tememos a veces a ese “gran dragón” al que llamamos soledad. Solemos etiquetar a la soledad como algo negativo; como un estado de profunda melancolía. Lo cierto es que nunca estamos solos, porque estamos siempre con la persona más importante para nosotros, que somos nosotros mismos. Pero claro, eso sólo ocurrirá si estás presente, si no lo estás, no sólo te faltarás tú sino que te rodees de quien te rodees te sentirás siempre solo. Y ésta, no será una soledad deseada ni buscada; será una soledad que sientes como impuesta y que no puedes comprender; una soledad que te ahoga y que crees que te subyuga el alma; que te perseguirá sin saber cómo deshacerte de ella. Esa soledad es la que nace de tu vacío; del agujero que sientes que llevas dentro porque tú no estás contigo. Recupérate; es posible. Si buscas dentro de ti ten por seguro que volverás a encontrarte. Recuerda siempre que tú eres lo más preciado que tienes.
Es por nuestra propia ausencia por lo que tememos tanto a la soledad. Pensamos que nos sentiremos perdidos si no tenemos compañía, pero ¿acaso no te sientes nunca solo también estando acompañado?
Cuando el término “soledad” se transforma para significar “estar sólo en compañía de nosotros mismos”, sintiendo desde dentro; desde lo más profundo esa compañía, la perspectiva cambia de forma radical. En este sentido, la soledad puede convertirse en una de nuestras mayores aliadas. Es la que nos permite tener y disfrutar de un espacio personal y conversar con nosotros mismos; es la que nos aporta los momentos de quietud; la que nos nutre de nosotros mismos, la que nos deja espacio para la introspección. Si percibes la soledad como “un enemigo” sería bueno que empezases a plantearte qué tipo de soledad es la que estás percibiendo y si estás realmente solo o eres tú quien se siente así. Si estás rodeado de personas, amigos y familiares y aun así te sientes tremendamente solo e incomprendido, pregúntate por qué crees estar “sin compañía”; qué es lo que te hace sentir así. Recuerda que lo que piensas y crees acaba convirtiéndose en tu propia realidad y que es bueno que nos auto-observemos y que miremos desde otras perspectivas que puedan arrojarnos luz mientras estamos cegados. Sin lugar a dudas, la perspectiva más sincera es la de tu esencia; la de tu intuición, pero a veces la sepultamos debajo de las mil capas que llevamos encima; de todas las máscaras que llevamos puestas. Plantéate también si tienes miedo de quedarte a solas contigo mismo, ¿qué eso que tanto temes? ¿Te aburres? ¿Pierdes el control? ¿Te vuelves ansioso?…¿tan poco valoras tu compañía? ¿Por qué te ocurre esto? ¿Quién te enseñó que no podías estar solo? ¿Quién te enseñó que no eras capaz de valerte por ti mismo y que si te quedabas solo sufrirías?
Contéstate a estas preguntas y estas te irán llevando a otras; analízate pero siempre sin juzgarte, como mero observador de los hechos. Esto te ayudará a comprender y descubrir muchas cosas y a despojarte de todas esas capas de las que te has ido cubriendo hasta tapar toda tu luz. Pero recuerda que ésta, siempre sigue ahí dentro. Empieza a entender los momentos de soledad como una oportunidad para disfrutar de ti mismo. Los miedos sólo se vencen lanzándose al precipicio; los pájaros sólo despliegan sus alas cuando echan a volar.
Raquel García García.
Bellísimo, Raquel! Me encantó esa línea que bien puede sintetizar tu nota: «Es por nuestra propia ausencia por lo que tememos tanto a la soledad». Es como ocurre respecto al silencio, que nos pone frente a frente con nosotros mismos sin «ruido externo» de por medio, la soledad nos deja en nuestra propia compañía, y puede que no la percibamos o que no la deseemos. Muchas gracias!!
Muchas gracias a ti por tu aportación como siempre tan nutritiva, Pablo! 🙂
que hermoso texto, me tome el atrevimiento de extraer un pedacito para compartir gracias por llenar en frases bellas el espacio,sandra
Muchísimas gracias a ti, Sandra y un inmenso abrazo de luz. 🙂