Desprovista de mi esencia, carente de todo sentido, aquel día quise morir. Pensé que ya no quedaba nada más. No podía abrir los ojos, no quería. Total, no había nada más que ver. Sólo sentía dolor, dolor de cuerpo, dolor de mente, dolor de alma. Dolor en todas las células de mi cuerpo. Moví las manos y sentí dolor, moví las piernas y sentí dolor, hasta los ojos me dolían, pero sin duda el peor dolor era el de mi alma. Una mano me estrujaba el corazón; era la desesperanza, la total ausencia de la luz, de la belleza, de la ilusión. De repente el vacío me inundó como un torbellino. El temido vacío, aquello que llevaba tanto tiempo tratando de evitar. ¿Quién guiaba mi vida? ¿Cómo es que absolutamente todo en mi vida era tan negativo? ¿Qué había hecho yo tan mal que me llevase a esa serie de despropósitos? ¿Tan despreciable era? Sí, eso debía de ser y si así era, normal que nadie me amase. Mi propio cuerpo se atacaba a sí mismo; después de eso qué se podía esperar. Deseé con todas mis fuerzas quedarme dormida y no despertar. Ni siquiera me molesté en desear que algo bueno sucediese, o que las cosas fuesen a mejor, porque en aquel momento para mi resultaba imposible.
Pero de repente algo ocurrió. En aquel punto, toda aquella angustia me hizo sentir viva. Estaba viva y sentía algo; no estaba muerta; aquello debía significar algo. Mi mente se detuvo y sentí compasión por mí misma. Aquello fue mi punto de partida.
A veces sufrimos golpes y experiencias tan duras para nosotros que pensamos que estamos completamente perdidos, que no habrá nada que pueda hacernos brillar nunca más, que Dios, sea quien sea nos ha olvidado o castigado por algún motivo. No nos damos cuenta de que los que nos hemos olvidado al sentirnos así somos nosotros mismos, pero aun así, muchas veces un sufrimiento tan profundo puede ser el detonante de nuestro cambio; de decirnos a nosotros “¡basta ya!, busca dentro de ti, levántate, ámate y vive”.
Raquel García García.
es fuerte, pero asi me siento!!!!!!
Sí, es fuerte. Lo escribí en primera persona. Experimenté esto hace algún tiempo y hoy puedo decir que esa crisis fué de las mejores cosas que pudo pasarme en la vida, porque dió como resultado que yo me levantase. Muchas veces las mayores crisis y el mayor sufrimiento son las mejores oportunidades para dar un giro hacia una mayor consciencia. Todo depende de nuestra perspectiva; desde dónde estemos observando y de si estamos dispuestos y abiertos al cambio 🙂