No existe una fórmula mágica que de la noche a la mañana y sin esfuerzo alguno por nuestra parte nos lleve a ser personas en perfecto equilibrio. Desde que abrí mi corazón a esta nueva filosofía de vida más consciente, he ido aprendiendo lo que a mí me sirve para seguir manteniéndome en la senda de la armonía. Todavía me queda mucho por andar, ya que estoy firmemente convencida de que éste es un “trabajo” que durará toda la vida; incluso varias, pero me gustaría compartirlo con todos vosotros por si puedo contribuir de alguna forma a vuestro propio crecimiento. Esto no quiere decir en ningún caso que poniendo en práctica estas pautas vayáis a conseguir estar todos en el mismo punto. El camino propio es eso, únicamente de uno mismo y sólo por uno mismo ha de ser transitado. Cada uno ha de ir averiguando por propia experiencia lo que le es útil y lo que no; lo que le hace sentir mejor y más en paz y lo que no. No a todos nos sirven las mismas pautas, al igual que todo tipo de terapias no son adecuadas para todo el mundo por igual. Cada uno, a través de la experimentación ha de ir transformando su propio camino en uno de mayor consciencia. No hay nada válido ni inútil; correcto o incorrecto; todo eso depende de uno mismo y de lo que cada uno necesite. Dicho esto, os cuento lo que a mí me ha ido sirviendo para que a partir de ello, podáis por propia experiencia, ir encontrando nuevas formas de aprendizaje para vosotros mismos.
Una parte que considero fundamental para empezar a ser más consciente es el autoconocimiento. Esto conlleva un trabajo diario; una constante alerta. Hay muchas cosas que podemos ir haciendo para arrojarnos más luz sobre nosotros mismos:
- Podrías empezar por crear una biografía emocional. Este recurso forma parte de la metodología de Louise L. Hay entre otros y lo aprendí de personas maravillosas que imparten su filosofía. A mi me ha resultado altamente beneficioso. Escribe todo lo que se te venga a la cabeza; todo aquello que consideres importante para ti de las cosas que te han ido sucediendo a lo largo de tu vida. No calles ni ocultes nada. Es sólo un regalo que te haces a ti mismo; es sólo para ti, así que no tienes necesidad de disfrazar ni ocultar nada. La “autosinceridad” es fundamental porque de algún modo conlleva “autoaceptación” y sin ésta, no hay punto de partida para acoger a la consciencia. Has de estar preparado, porque a medida que vayas descubriendo más cosas sobre ti mismo irás hallando cosas que te gustan más y otras que te gustan menos. Lo más importante es que no te critiques ni te juzgues, ya que no es ese el enfoque que pretendemos conseguir. Sólo eres observador. Tampoco te preocupes por las emociones que te vayan viniendo. Siéntelas, vívelas y una vez vividas, déjalas marchar. Es habitual que la primera vez que uno escribe su biografía emocional tienda precisamente a eso, a emocionarse; a llorar; a reir…No lo reprimas. Seguramente ya lo habrás hecho muchas veces a lo largo de tu vida. En numerosas ocasiones no nos damos permiso para sentir ni para expresar nuestras emociones por aquello que la sociedad nos dicta que está “bien” o “mal”. ¿Por qué está mal llorar cuando uno se siente triste? Es muy liberador y es natural. La tristeza forma parte del repertorio de emociones humanas y el llanto es sólo una forma de expresión de la misma.
- Otra técnica fundamental para llegar al autoconocimiento es la auto-observación. Nosotros mismos somos las personas con las que más hablamos a lo largo de nuestra vida. Nuestro diálogo interno suele estar siempre en marcha. Nuestros pensamientos suelen sucederse de forma continuada, la mayoría de las veces sin darnos cuenta de ello. No controlamos nuestros pensamientos, sino que llega a parecer que son ellos mismos los que manejan la máquina; ni siquiera nos damos cuenta de lo que estamos pensando y todos esos pensamientos alimentan una serie de emociones acorde con ellos. Rompe con eso; auto-obsérvate. Ahora sabes lo que ocurre en tu cabeza la mayor parte del tiempo. Sabes que la mente parece ir por libre y genera pensamientos de forma constante que a lo mejor no son los más convenientes para hacerte sentir bien y que éstos a su vez generan emociones que tampoco te hacen sentir pleno. Ahora eres consciente de todo esto, así que usa esa consciencia. Estate alerta y observa aquello que piensas y sientes, pero hazlo sin juzgar; como mero observador de lo que acontece. Ahora tú no eres el personaje sujeto a esas emociones y pensamientos, sino un simple espectador. Si conviertes esto en una práctica habitual poco a poco irás descubriendo muchas cosas sobre ti mismo que te serán útiles para identificar pautas y hábitos que has de cambiar para estar más equilibrado.
- Identifica aquello que te hace sentir bien y lo que te hace sentir mal. ¿Sabes qué es lo que te gusta hacer? ¿Qué es aquello que no te gusta? Es muy importante que lo sepas, porque si conoces lo que te hace sentir relajado, a gusto, pleno, en paz, tendrás una estrategia a la que recurrir cuando te sientas mal. Del mismo modo, si aprendes qué es lo que te hace sentir a disgusto, cansado, mal, sin energía, molesto, enfadado, etc. sabrás qué es lo que tienes que evitar o cambiar. Puedes pararte a analizarlo y escribirlo, utilizar los muchos tests y recursos de libros e internet que tienen este fin,…Hay muchas formas para averiguarlo. Yo suelo llevar siempre una libreta personal encima para anotar en ella todo aquello que voy descubriendo o esas ideas lúcidas que de pronto a veces se te vienen a la cabeza y que suelen provenir de nuestra sabia intuición.
- Márcate objetivos y conócelos. ¿Sabes a dónde te diriges? ¿sabes lo que quieres? Solemos sentirnos más perdidos cuando no sabemos lo que queremos; cuando no encontramos nuestras metas para esta vida y no sabemos hacia dónde dirigirnos. Yo solía decir que no encontraba sentido a mi vida y me preguntaba constantemente por qué y para qué estaba aquí. Nuestra única misión en esta vida es aprender y ser lo más felices que podamos. Está en nuestra naturaleza buscar la felicidad, así que busca aquello que crees que te hará sentir más feliz; ese será tu gran objetivo. No te preocupes si aún no lo sabes, no importa cuánto tardes en encontrarlo. Yo me pasé 32 años de mi vida intentando averiguarlo y hace poco, de repente, llegó a mí sin más. Si estás alerta y pones tus cinco sentidos en ello; si abres tu corazón a la sabiduría de tu ser, ten por seguro que llegará. De momento puedes empezar por marcarte objetivos más modestos a corto plazo con respecto a pautas o hábitos que pueden ayudarte a sentirte mejor y así contribuir a tu felicidad y plenitud. Por ejemplo: si piensas que llevas una vida demasiado sedentaria, ponte como objetivo para la próxima semana irte a caminar durante una hora tres veces por semana. Hay muchas cosas que podemos ir haciendo para cuidar de nuestro cuerpo, nuestra mente y nuestro espíritu y, una vida equilibrada, es una vida más feliz. Pero recuerda siempre que tus objetivos han de ser tuyos y marcados por ti, según lo que tú crees que necesitas y no ser impuestos o propuestos por ninguna otra persona. Siempre que te marques un objetivo hazte esta pregunta: “¿esto me hará más feliz?
La gratitud contribuye a la plenitud. Agradece cada día aquello que tienes. Esto hará que enfoques tu atención en todo aquello de lo que disfrutas y no sólo en eso que según tú te falta. Puedes dedicar unos minutos por ejemplo, al levantarte cada día. Agradécelo y siente esa gratitud desde lo más profundo de tu alma. Sentirás que te invade un sentimiento amoroso y tu actitud se tornará más positiva.
La naturaleza es un regalo; cuídala y disfrútala. Párate un día a observar el entorno en el que vives. Observa los árboles y respira el aire puro y fresco junto a ellos; mójate los pies en el mar si lo tienes cerca; siéntate a disfrutar del espectáculo extraordinario de una puesta de sol. Estamos rodeados de belleza de la que ni siquiera nos percatamos imbuidos por las prisas del día a día. Observar la naturaleza te hará sentir parte de algo mucho más grande y te llenará de una inmensa paz.
Viaja de vez en cuando. A mí me resulta altamente terapéutico. Viajar expande la mente y la pone en situación de apertura para nuevas ideas y conocimientos más enriquecedores. Supone entrar en contacto con otras culturas y adquirir nuevas perspectivas. A veces conviene que salgamos del microcosmos en el que nos movemos a diario y ver que el mundo es mucho más extenso; que existen otras formas de ver y disfrutar la vida.
Dedícate cada día un tiempo para ti mismo; es una forma de autocuidado. Mímate; encuentra cada día un rato (aunque sólo sean unos minutos) para hacer algo que te guste o que te relaje. Es una gran terapia en la que te sentirás responsable de ti mismo.
Dedica cada día unos minutos a meditar, respirar o visualizar. Todas estas son herramientas muy poderosas para llevarte por el camino de la consciencia pero requieren un poco de práctica y disciplina. Hay muchas formas de meditar y cada uno ha de encontrar la que vaya más acorde consigo mismo. Para comenzar, una de las técnicas que suelen dar mejor resultado es centrando tu atención en la respiración o en el ritmo de alguna canción. Si te cuesta mucho meditar porque te distraes con facilidad, no te preocupes; es cuestión de práctica. Puedes empezar por visualizar. Visualízate cada día unos minutos por la mañana y unos minutos por la noche llevando la vida que quieres llevar. Las visualizaciones tienen gran poder sobre tu subconsciente. Si aún así te cuesta concentrarte, puedes usar visualizaciones guiadas. Existen muchísimas que puedes descargarte de internet, e incluso puedes grabarte a ti mismo para luego seguir tu propia visualización.
Cuida tu cuerpo. Éste es tu vehículo en esta vida y, en cierto modo, de ti depende que colabore en una existencia más satisfactoria y plena o que resulte un lastre que te impida hacer muchas de las cosas que deseas. Todo lo que hacemos tiene unas consecuencias aunque a veces estas lleguen mucho tiempo después y no las asociemos a esos hechos. Es la ley de causa-efecto. Es cierto que hay circunstancias que no podemos controlar, pero dejando al margen este pequeño porcentaje, es evidente que nosotros contribuimos en gran medida a nuestra propia salud, así que hagamos lo que esté en nuestra mano por mantener a nuestra máquina en buen funcionamiento. Escucha a tu cuerpo; duerme cuando estés cansado, come cuando tengas hambre, bebe cuando tengas sed, etc. El cuerpo es sabio; no tenemos que esperar a enfermar para parar. A veces enfermamos para decirnos a nosotros mismos que algo anda mal con nuestras vidas, que ya no podemos más con lo que estamos haciendo o para obligarnos a hacer un descanso. Atiende a las señales de tu propio cuerpo.
No reprimas tus emociones; date permiso para sentir. Encuentra formas de expresión creativa: escribe, baila, canta dibuja, pinta…Encuentra tu propia manera. Puedes también comunicarlas de forma verbal. Las emociones no hay que acallarlas sean del tipo que sean, sino sentirlas y dejarlas marchar. Como ya he dicho, no hay emociones malas o buenas; todas forman parte de nuestro repertorio como seres humanos y han de ser vividas. La cuestión es no quedarse atrapado en ellas y una forma de que se enquisten es guardándolas dentro. Así que exprésate. Si necesitas verbalizarlas intenta hacerlo de forma asertiva. Es normal sentir ira, pero no quedarse instalado en ella, porque entonces sí se convertirá en tóxica para nosotros. Si estás enfadado, encuentra la forma de expresar tu rabia. Puedes pelearte con los cojines en casa si es lo que sientes que necesitas o bien puedes dirigirte al objeto de tu enfado y decirle de forma asertiva “Lo siento, pero me ha molestado esto que has hecho o dicho”, etc. (obviamente, pegarle a la persona con la que estás enfadado no entra dentro del repertorio, pero sí que puedes expresarle tu sentir de una forma adecuada). Si no consideras adecuado dirigirte a esa persona, puedes imaginar que hablas con ella delante del espejo. Tú decides; lo importante es que no te reprimas. La gestión de las emociones no implica la represión o supresión de las mismas.
Aprende a ser asertivo. La agresividad, la manipulación o la sumisión no te harán bien ni te llevarán a sentirte responsable de tu propia vida. Aprender a comunicarte de forma asertiva te facilitará mucho el camino y las relaciones sociales. Muchos de los problemas que tenemos con personas de nuestro entorno se solucionarían si aprendiésemos a comunicarnos de esta manera. Las personas asertivas son capaces de expresar y ejercer sus propios derechos y dar sus propias opiniones sin tener la necesidad de pisar o dejar de respetar las de los demás.
Respeta y ama el mundo en el que vives y a todos los seres que en él habitan. El amor a uno mismo es fundamental, pero también lo es sentir amor por este mundo en el que vivimos y por todos nuestros hermanos, porque todos provenimos del mismo lugar y somos uno.
Decía Gandhi: “Nadie puede hacer el bien en un espacio de su vida, mientras hace daño en otro. La vida es un todo indivisible”. Nunca actúes en contra de tus principios ni de ti mismo y procura que tus acciones, palabras y pensamientos sean coherentes y vayan en la misma dirección. No se puede estar haciendo el bien en una parcela de tu vida y mal en otra.
Aprende a decir que no. Ejerce tus derechos. Eres una persona tan válida como el resto y tienes el derecho natural de hacer o no hacer aquello que quieras o necesites. Sólo tú decides tu camino. No estás obligado a nada; en eso consiste el libre albedrío.
Utiliza la empatía. Es la capacidad para ponernos en lugar de la otra persona y es tremendamente útil para comprender las circunstancias del otro y para llegar a perdonar. Sé empático contigo mismo y con aquellos que te rodean. Esfuérzate por comprender y perdona. El perdón nos hace libres. Decía el Dalai Lama: “Si no perdonas por amor, perdona al menos por egoísmo, por tu propio bienestar”. Los primeros beneficiados con el perdón somos nosotros mismos porque perdonar implica desterrar de nosotros sentimientos de rencor, rabia e incluso odio, que instalados de forma permanente, son altamente corrosivos. Perdonar no significa estar de acuerdo con lo que alguien hizo o dijo ni tener que aprobarlo; simplemente perdonarlo; liberarte de ese sentimiento de rencor.
Trata de no rumiar ideas. No revivas una y otra vez en tu cabeza aquello que alguien te hizo o te dijo un día. Esto sólo te servirá para quedarte instalado en tu dolor o en tu rabia y, a la larga, esas emociones se convertirán en un estado de ánimo congruente con las mismas y altamente tóxico para ti mismo.
No juzgues; ni a ti mismo ni al resto. Todos cometemos errores, estamos aquí para aprender y esto, también implica equivocarse. La mayoría de veces cuando juzgamos ni siquiera conocemos las circunstancias de la otra persona o cómo se sentía cuando hizo lo que hizo. A mí me ayuda mucho creer que esa persona ha obrado de la única manera que podía con las creencias, experiencias y circunstancias que tenía en ese momento y esto, también es aplicable a mí misma. Aprende a ser compasivo contigo mismo y con los demás.
Libérate de la culpa. Sentirte culpable y no hacer nada al respecto no transformará en útil tu posible “error”. Lo importante es aprender de ello e intentar mejorarlo. Pide perdón sincero si sientes que has de hacerlo y sigue adelante.
Comunícate a menudo con personas en tu misma frecuencia. Comparte experiencias e ideas con personas que estén interesadas por las mismas cosas que tú. Es una forma de nutrir tu alma y tu mente. Somos seres individuales, pero también sociales y a veces necesitamos compartir nuestro sentir.
Intenta siempre aprender de todas las circunstancias que se te presenten en la vida, ya consideres que son buenas o malas para ti. A veces las mayores crisis pueden convertirse en las más grandes oportunidades, pero esto depende de lo que tú decidas hacer, de cómo decidas utilizar lo aprendido. Dice el Dalai lama: “Cuando pierdes no pierdes la lección”.
Desarrolla tu capacidad de persistencia. Cuando intentes algo no te vengas abajo ante el primer «no» que te encuentres. Si persistes, tienes muchas más posibilidades de alcanzar aquello que te propones. Los tropiezos pueden servir para levantarte con mucha más fuerza.
Sé positivo y trata de utilizar un lenguaje acorde con esta actitud. Las palabras tienen un gran poder e influyen en gran medida sobre nuestro pensamiento, nuestra actitud y sobre las personas que nos rodean. Si quiero actuar y pensar de forma positiva, tengo que aprender a utilizar palabras que apoyen esas ideas. Habla en positivo.
Crea tus propias afirmaciones positivas. Puedes aprender mucho sobre ellas leyendo a Louise L. Hay. Nuestra mente está llena de creencias negativas sobre nosotros mismos y una manera de cambiarlas es formular ideas positivas que las contrarresten. Crea afirmaciones para transformar todas aquellas creencias que te hacen daño y repítelas cada día cuantas veces puedas. Repítete cada día lo maravilloso que eres y lo mucho que te amas. Siéntelo, vívelo y dilo cuantas veces sea necesario hasta que acabes creyéndotelo. El amor a uno mismo es fundamental para una mayor consciencia.
Aprende a amarte, a respetarte y a aceptarte a ti mismo. Esta es la base fundamental de una vida feliz. Si no te cuidas, te mimas, te respetas y te amas, estás en deuda contigo mismo.
Raquel García García.