Nuestro propio Dios.

Nosotros creamos todo nuestro mundo; toda nuestra realidad. No es lo mismo culpa que responsabilidad. La culpa es sólo un castigo, un sentimiento negativo que nos paraliza y nos sepulta el alma. La responsabilidad es la capacidad para reconocer que no somos los títeres de nadie; que no andamos a la deriva de un maquiavélico plan universal. Sólo nosotros decidimos si somos capaces o no; si podemos o no; si ganamos o perdemos. Los límites de lo posible y lo imposible los establecemos nosotros mismos. Nadie puede decidir por nosotros porque somos los creadores de nuestras propias vidas. No hay un único destino escrito, y sí lo está, lo están las infinitas posibilidades. Existen universos infinitos con infinitas posibilidades, pero sólo percibimos aquellas posibles en el mundo que creamos con nuestras decisiones. Cuando decidimos optamos por una de esas infinitas posibilidades, por uno de esos ramales. Antes de tomar una decisión, cualquier posibilidad podría derivarse de nuestros actos, pero al decantarnos por una decisión, esas posibilidades dejan de ser infinitas en nuestra realidad y ni siquiera ésta es real para todos, porque otro puede percibir la misma realidad de manera distinta; cada uno tiene sus perspectivas y lo que tú crees se vuelve real para ti. Todo es cuestión de elección; forma parte de nuestro libre albedrío. No se trata del azar; nada es casual.

¿Suena descabellado? Nosotros sólo percibimos tres dimensiones. Hay animales que sólo perciben una o dos. Para un caballo o un perro, sólo existen dos dimensiones y la realidad de su mundo se desarrolla en ellas. Eso no quiere decir que no exista una tercera dimensión que ellos no pueden percibir ¿Por qué creemos entonces nosotros que no existe aquello que no somos capaces de ver? Se trata de nuestro EGO, que piensa que somos la especie más evolucionada, que si nosotros no podemos nadie podrá. Pero esa es sólo la realidad de unos cuantos.

¿Qué me decís de cuando se pensaba que la tierra era plana? Aquello entonces era considerado “una gran verdad”.

Nos empeñamos en buscar las respuestas en el exterior cuando nuestro mejor guía lo llevamos dentro. El exterior sólo puede proporcionarnos conocimiento adquirido; intelecto, pero intelecto no es sinónimo de inteligencia. Una persona con gran intelecto puede realizar creaciones de gran complejidad, pero éstas no tienen por qué ser inteligentes. ¿Es la inteligencia y el SER el que nos lleva a fabricar bombas atómicas o armas nucleares que podrían autodestruirnos?; ¿Es eso inteligente? No, porque en nuestra esencia no se encuentra la destrucción, sino el AMOR. Eso lo hace la mente egotista, una mente que se siente segura al pensar que puede controlarlo todo, incluso la vida y la muerte; una mente insegura que desea protegerse y ser idolatrada; que necesita ser agasajada para considerar su valía. Nuestro SER no necesita ninguna de esas cosas porque reconoce su valía y su luz y sabe que lleva una parte de Dios dentro de sí. Cada uno es el Dios de sí mismo y todos nosotros gozamos de nuestra sabiduría interior; una sabiduría que posee todas las respuestas.

Estamos constantemente bombardeados por impresiones e impactos que aprovechan cualquier agujero para colarse en nuestro subconsciente y decidir por nosotros. Nos creemos cualquier cosa que nos cuentan sin siquiera ponerla a prueba. Atendamos a nuestra voz interior; escuchémonos, hagamos caso a nuestra intuición. Nuestro SER es nuestro mejor guía, porque todos llevamos a nuestro propio Dios en nuestro interior.

Raquel García García.

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Amar y no odiar.

Porque el odio no se vence con odio; el odio se vence con amor. Ésta es una ley eterna. (Dhammapada 1:5).

Para los que hayáis leído la Biblia, a esto se refería Jesús cuando hablaba de poner la otra mejilla. Cuando permitimos que el rencor y la rabia se instalen en nuestros corazones, nuestra alma se oscurece y lo único que conseguimos es crear más dolor.

Cuando odiamos escudados en el daño que nos han causado hacemos responsable a la otra persona de nuestro dolor y de nuestra propia vida. Aunque parezca difícil de asimilar, todo cuanto acontece en nuestras vidas ocurre porque de algún modo nosotros hemos provocado o permitido que así sucediese. Esto es un camino de aprendizaje y todas nuestras experiencias, las consideremos negativas o positivas, nos sirven para crecer.

Somos amor, amemos. Si respondemos a alguien con amor, no crecerá la semilla negra del odio en ambos corazones y esa persona tóxica cambiará su conducta o se apartará de nosotros al descubrir nuestra luz. Si por el contrario respondemos con odio, lo fomentaremos y sólo conseguiremos hacernos más daño. Nuestra naturaleza es AMAR, no ODIAR, venimos del amor.

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Directores de nuestra película.

«Sólo uno mismo puede ser el señor de sí mismo. ¿Quién más podría ser su señor? Cuando el señor y su siervo son uno, entonces hay verdadera ayuda y autoposesión.» (Dhammapada 12:160).

Sólo entonces podremos SER y dejar volar nuestra alma, sólo entonces dejaremos de tener miedo y daremos paso a nuestro ser más profundo, sólo entonces seremos capaces de amar. Somos mucho más que nuestra mente. Ella sólo es una herramienta para nuestro uso, para cuestiones prácticas de la vida diaria, pero no es ella quien nos domina, es nuestro SER quien debe hacer uso de ella y no al contrario. Muchas veces no estamos conscientes y andamos por la vida identificándonos con nuestros pensamientos y nuestras emociones, nos convertimos en ellas, pero nosotros somos mucho más que eso. Somos seres de luz y dueños de nuestra vida. Nosotros hacemos nuestro camino, somos los directores de nuestra propia película y no meros actores que siguen un guión que otro escribió.

Raquel García García

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El detonante de mi cambio.

Desprovista de mi esencia, carente de todo sentido, aquel día quise morir. Pensé que ya no quedaba nada más. No podía abrir los ojos, no quería. Total, no había nada más que ver. Sólo sentía dolor, dolor de cuerpo, dolor de mente, dolor de alma. Dolor en todas las células de mi cuerpo. Moví las manos y sentí dolor, moví las piernas y sentí dolor, hasta los ojos me dolían, pero sin duda el peor dolor era el de mi alma. Una mano me estrujaba el corazón; era la desesperanza, la total ausencia de la luz, de la belleza, de la ilusión. De repente el vacío me inundó como un torbellino. El temido vacío, aquello que llevaba tanto tiempo tratando de evitar. ¿Quién guiaba mi vida? ¿Cómo es que absolutamente todo en mi vida era tan negativo? ¿Qué había hecho yo tan mal que me llevase a esa serie de despropósitos? ¿Tan despreciable era? Sí, eso debía de ser y si así era, normal que nadie me amase. Mi propio cuerpo se atacaba a sí mismo; después de eso qué se podía esperar. Deseé con todas mis fuerzas quedarme dormida y no despertar. Ni siquiera me molesté en desear que algo bueno sucediese, o que las cosas fuesen a mejor, porque en aquel momento para mi resultaba imposible.

Pero de repente algo ocurrió. En aquel punto, toda aquella angustia me hizo sentir viva. Estaba viva y sentía algo; no estaba muerta; aquello debía significar algo. Mi mente se detuvo y sentí compasión por mí misma. Aquello fue mi punto de partida.

A veces sufrimos golpes y experiencias tan duras para nosotros que pensamos que estamos completamente perdidos, que no habrá nada que pueda hacernos brillar nunca más, que Dios, sea quien sea nos ha olvidado o castigado por algún motivo. No nos damos cuenta de que los que nos hemos olvidado al sentirnos así somos nosotros mismos, pero aun así, muchas veces un sufrimiento tan profundo puede ser el detonante de nuestro cambio; de decirnos a nosotros “¡basta ya!, busca dentro de ti, levántate, ámate y vive”.

Raquel García García.

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El Silencio.

Es en la quietud y el silencio donde mejor puedes oírte a ti mismo. Sólo atendiendo a tu cuerpo y a tus emociones, haciéndote consciente de tus patrones pero sin emitir juicios podrás hacerte consciente de tu SER.

A veces necesitamos el ruido y la gente alrededor para no sentirnos solos; nos aterra el silencio pero ¿acaso en muchas ocasiones aun estando rodeados de otros no nos seguimos sintiendo igual de desamparados? ¿Quién no ha experimentado nunca esta sensación? Esto ocurre porque no estamos presentes; falta la presencia de nuestro ser.

Agradece el silencio porque te regala los mejores momentos para encontrarte a ti mismo. Descubre en la soledad una oportunidad para estar contigo mismo. Siente la quietud, siente como cada célula de tu cuerpo vibra y te sentirás vivo; estarás presente, serás libre.

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