De realidades y utopías.

 

 

Luz¿Por qué solemos tender a pensar que algo mejor es una utopía?, ¿quién nos ha enseñado que no merecemos algo mejor; que no hemos de tener esperanza?

No sólo hemos perdido la confianza en nosotros mismos, sino en la colectividad de nuestra especie. Miramos alrededor y nos resulta difícil creer que un cambio a mejor pueda producirse. Es evidente que hemos cometido muchos «errores», pero ahora es cuando habría de producirse un paso hacia el despertar. Esta filosofía de vida que es el crecimiento interior nos enseña que es precisamente de los errores de lo que obtenemos el mayor aprendizaje y si estás abierto/a, así es. La misma motivación podemos encontrar con respecto a las equivocaciones colectivas. Olvidamos que lo que cada uno de nosotros hace cuenta; que cada grano de arena contribuye a formar una montaña; que aunque lleve tiempo es posible si todos vamos contribuyendo. La esperanza es luz que proviene del corazón y es una gran fuerza capaz de derribar muchos obstáculos. Si cada uno de nosotros aprende a ser más consciente, esto no sólo se reflejará en su interior, sino también hacia el exterior y se irradiará a todo aquello que le rodea. Cree en ti y en tu luz porque aunque a veces no la encuentres está ahí dentro; está en todos nosotros porque es nuestra esencia.

Existen estudios científicos sobre cómo somos capaces de influir con nuestra conducta y pensamientos a muchísimas personas de nuestro entorno. No sólo se produce este efecto en las personas más cercanas a nosotros, sino también hasta 4 grados más allá de nuestro círculo, es decir, que aunque no lo sepamos, nuestra actitud influye de alguna manera a los amigos de los amigos de los amigos de nuestros amigos. Es una buena razón añadida para plantearse tener la mejor de las conductas posibles porque no nos imaginamos cuánto podemos expandirla en cierto modo.

Un cambio a mejor en tu propia vida no es una utopía, estará más lejos o más cerca según tu perspectiva. Si sientes que no es posible; que las cosas nunca cambiarán para ti y que no mereces algo mejor, así será, porque tú construyes en gran medida tu camino. Pero si te sientes merecedor, si sientes que el cambio es posible; si te amas y confías en ti mismo, estarás a muchos pasos menos del equilibrio y la paz interna y, por ende, de la felicidad. Y si un cambio individual es posible, también lo es un cambio colectivo, porque la suma de muchos individuos es lo que forma la colectividad. Todos somos uno.

Raquel García García.

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Las dos maneras de vivir.

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Crecimiento interior

El término «crecimiento interior» puede parecer que hace referencia a un concepto difuso en el que se engloban actividades bastante variadas y heterogéneas, pero si las observamos con cierto detalle vemos que todo gira en torno a un núcleo común, que es importante reconocer para no perderse eternamente en «la feria que rodea al castillo», y que a mi me gusta definirlo de la siguiente forma:

Crecimiento interior: Proceso por el que ganamos en «libertad interior»,
es decir en «capacidad de elegir cómo nos queremos sentir».

Los dos componentes de cualquier problema

Ante cualquier situación problemática de la vida en la que nos encontremos, por ejemplo, que nos quedemos sin trabajo, siempre vamos a poder observar al menos dos componentes del problema:

El problema «técnico» en sí, por ejemplo que necesitamos encontrar un nuevo trabajo u otra fuente de ingresos para poder mantener nuestra casa, comprar comida, etc. Y por otro lado:

El «cómo nos sentimos acerca del problema técnico», por ejemplo cómo nos sentimos acerca de habernos quedado sin trabajo.

Normalmente tendemos a pensar que esta segunda parte el «como nos sentimos acerca del problema técnico» es algo secundario, un mero subproducto de «el auténtico problema», que sería en este caso no tener trabajo. Después de todo si alguien nos diera un nuevo trabajo, nuestro malestar emocional desaparecería también ¿no?.

Dos maneras de vivir

De todas las filosofías de vida que podemos adoptar, de las que existen, han existido o nos inventemos, finalmente se reducen a básicamente a dos tipos, dos «maneras de vivir», en función de como valoramos esas «dos partes del problema» que mencionamos antes.

1. La filosofía del sufrimiento. Entendemos que la causa de nuestro malestar emocional es el problema «técnico». Nos sentimos mal porque hay un problema que tenemos que solucionar y hasta que lo solucionemos no nos sentiremos bien. El problema emocional es una consecuencia del problema técnico, por lo que el sufrimiento está justificado. Si no podemos solucionar este tenemos que resignarnos a sufrir o como mucho a ocultar el sufrimiento, es decir el sufrimiento, o el miedo al sufrimiento, dirige nuestras decisiones.

En resumen:

Tenemos que solucionar el problema técnico para volver a sentirnos bien.

2. Filosofía de la consciencia. Entendemos que nuestro malestar emocional está relacionado solamente de manera superficial con el problema técnico actual, ya que dos personas pueden tener el mismo problema técnico y vivirlo emocionalmente de maneras muy distintas, así que el sufrimiento es independiente del problema, por lo que nunca está justificado -aunque pueda ser comprensible. Podemos elegir sanarlo y luego, si queremos, libremente y sin chantajes del sufrimiento, elegir buscar una posible solución al problema. En resumen:

Podemos dejar de sentirnos mal ANTES de solucionar el problema técnico,
y luego ya veremos qué podemos hacer con el problema técnico.

Ventajas de la filosofía de la consciencia:

1. Bienestar personal. Dejar de sufrir aunque el problema técnico siga ahí es por sí solo una ventaja evidente, para nuestra salud, nuestra felicidad y la de quienes nos rodean.

2. Eficiencia técnica. Como sabemos tanto por los estudios sobre inteligencia emocional como por lo que nuestra experiencia personal nos dice, cuanto más calmados y desapegados emocionalmente estemos de un problema, más fácilmente podremos encontrar soluciones creativas y eficientes al mismo, del mismo modo que es mucho más fácil encontrar soluciones a los problemas personales de los demás que a los nuestros propios. Al dejar de sufrir es como si calmáramos las aguas turbulentas de nuestras emociones y al aclararse nos permitieran ver con objetividad el fondo del auténtico problema técnico real. Y desde esa posición de claridad, es mucho más fácil comprender el problema y también su solución.

3. Evolución personal. Al sanar el sufrimiento que nos surge por un problema, no solo estamos en disposición de solucionar el problema actual más eficientemente, sino que además se nos brinda la oportunidad de detectar y reparar antiguas heridas emocionales que nos condicionan subconscientemente nuestras decisiones o pautas de pensamiento limitativas que nos inducen a repetir mecánicamente una y otra vez las mismas situaciones vitales desagradables, permitiéndonos derribar una barrera de sufrimiento y ampliar nuestro campo de consciencia y libertad un poco más. Es por esto que se dice que las crisis son a la vez peligros y oportunidades, ya que cuando aprovechamos para aprender de ellas descubrimos el regalo oculto de liberación que nos brindan.

4. Ventajas éticas y sociales. A poco que uno empieza a observar sus emociones comprende que la fuente de toda violencia hacia otros es el sufrimiento emocional propio y que la fuente de todo amor verdadero hacia otros es el estado de bienestar y paz interior y de amor hacia nosotros mismos. La conocida frase «amarás al prójimo como a ti mismo» no es un mandato de una autoridad divina amenazante, sino el enunciado de una ley vibracional natural, por decirlo así: el estado en que tú estas lo irradias a los que te rodean. La ética no es una cuestión de «deberes y derechos» ni de autoridades que tengan que velar por ellas, sino simplemente de «inteligencia emocional» y leyes naturales de causa y efecto. Si tienes violencia interior que reprimes, para tratar intelectualmente de crear paz exterior, estás luchando contra tí mismo, y en el fondo acabas sin querer colaborando a la violencia exterior. Asi mismo la actitud violenta puede tener un beneficio aparente a corto plazo, pero a la larga siempre perjudica a quien la hace, porque es solo la manifestación del dolor interno de quien la ejerce. Nuestra paz interior es a la vez lo que más nos beneficia personalmente y la fuerza más sólida para ayudar a generar paz exterior.

Inconvenientes de la filosofía de la consciencia:

Necesidad de la intención y la perseverancia. Dejar de sufrir no es algo que suceda automáticamente, al menos de momento, en la mayoría de las personas, sino que ha de ser una elección consciente y perseverante. Como animales hemos desarrollado evolutivamente tres grandes sistemas de supervivencia: los instintos, las emociones y la mente racional. Evitar el sufrimiento emocional por el medio que sea es un programa automatizado de nuestro sistema emocional que nos ha ayudado a sobrevivir durante milenios, pero como seres humanos en desarrollo que somos estamos ahora anclando un 4º nivel, el nivel de la autoconsciencia, o del «Observador», que permite revisar los limitados programas de otros sistemas para mejorarlos intencionalmente. Cuando en una persona se produce una transformación probablemente biológica que asienta definitivamente este 4º nivel, el proceso de «dejar de sufrir» comienza a funcionar automáticamente. Es lo que en términos místicos se conoce como Iluminación, y seguramente en el futuro toda nuestra especie dé un salto genético que permita que todas las personas funcionen de esa manera de forma cotidiana. Pero hasta que eso nos suceda, existe la necesidad de un compromiso consciente. Claro que esto con el tiempo llega a convertirse en una costumbre y cada vez se va haciendo más fácil circular por el nuevo camino, y el viejo camino poco a poco cada vez te va resultando más extraño y paradójico.

Valor y humildad, para enfrentarnos a nuestros miedos, y para cambiar nuestras maneras de pensar si llegamos a la conclusión de que no son coherentes. Al decidir empezar a funcionar por consciencia en vez de por sufrimiento, es inevitable un periodo de incertidumbre mientras saltamos de un estado a otro, ahí es donde palabras como fé o coraje tienen sentido, tenemos que dar un pequeño -o gran- salto al vacío y confiar en que existe una manera mejor. Esto puede también suceder por conciencia -porque de alguna manera lo sentimos- o también por el azuzamiento del dolor cuando debido a una crisis profunda en nuestras vidas tocamos fondo y decidimos que por ese camino no vamos a ningún lado y nos da igual que nos pueda suceder probando otro camino. Sin embargo el tránsito no tiene que ser necesariamente dramático y la experiencia de todas las personas que a lo largo de la historia han pasado por eso es que lo que te encuentras «al otro lado», no tiene punto de comparación, como si tratáramos de comparar una gruta de llena de plantas con pinchos con un abierto paisaje en un soleado amanecer de primavera. Cuando comenzamos a tener una experiencia de los dos modos de funcionar, comprendemos qué es el infierno y qué es el cielo, y como cada uno generamos uno u otro en nuestras vidas en función de nuestras decisiones.

El poder del ahora

Nada justifica el sufrimiento. Ninguna situación en la que estés lo justifica, ni ninguna situación futura o pasada te sacará del sufrimiento. El momento de salir del sufrimiento es Ahora. Si esperas que suceda en el futuro, esperarás siempre. El futuro nunca llega. Y el pasado ya pasó. Si vas a elegir dejar de sufrir hazlo ahora, la situación en la que estás es ideal para dejar de sufrir.

ANÓNIMO.

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Porque me amo.

FLORES-Y-MUJER
Sólo cuando te amas a ti mismo/a puedes hacerte responsable de tu propia vida, sentir que no vas a la deriva, que lo que hay en tu vida en este momento pasa porque así lo has provocado tú; te otorga poder y, con ello, sientes que es posible cambiarlo, que no eres la víctima de nadie, que eres creador/a. Me amo a mi misma y por ello me responsabilizo de mi vida.
Porque me quiero, cuido mi libertad y no dejo que nada ni nadie me encierre en modo alguno. Soy libre para decidir, para hacer, para vivir del modo en que yo elija hacerlo.
Porque me respeto, cuido de mi cuerpo que es mi templo, de mi mente y de mi espíritu y a todas mis partes proporciono elementos que los nutren y los miman.
Porque me amo me proporciono experiencias agradables y alejo todo lo negativo de mí. Me rodeo de personas que me aportan cosas positivas y aprendo de las tóxicas aquellas lecciones sobre mi misma que de ellas debo aprender. Me siento tranquila porque sé que nada es casual y que todas las personas que aparecen en mi camino tienen algo que enseñarme sobre mí. Todo es siempre como debe ser.
Porque me apruebo cuido a mi niña interior y le doy todo lo necesario para que se sienta escuchada, bien y en paz.
Porque me quiero sé que soy merecedora de todo el amor y la felicidad.
Porque me amo sé que no necesito nada más que a mí misma.
Me amo a mi misma y por tanto, me dispongo a vivir intensamente cada momento presente.
Raquel García García
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La vida que vives, es la que sueñas.


image_galleryTodos hemos escuchado alguna vez decir a alguien aquello de “las expectativas se cumplen”, y muchos de nosotros nos habremos llevado las manos a la cabeza pensando en que eso no es cierto porque a veces soñamos o nos ensoñamos con circunstancias que luego no ocurren (ya nos gustaría que pasasen), pero no se trata de eso. No se trata de soñar con experimentar un hecho o situación que nos encantaría vivir pero que consideramos una meta inalcanzable, sino de la idea general que tenemos sobre nosotros mismos y la vida que creemos realmente que merecemos llevar.

A veces de manera explícita, nos criticamos y condenamos por nuestra forma de ser, por todas aquellas cosas que hacemos “mal”, por cómo nos comportamos, etc. Pero en muchas ocasiones, nuestras creencias sobre nosotros mismos están tan arraigadas en el subconsciente que ni siquiera somos conscientes de ellas. Quizá no nos repitamos constantemente lo desastre que somos, pero sí actuamos acorde con esa idea. Y sí, en ese sentido, las expectativas suelen cumplirse. Si uno piensa que no debe experimentar cosas buenas porque no es digno de ellas, si piensa que nadie podría nunca quererle porque no es una persona merecedora de amor y porque carece de rasgos positivos, ese uno convertirá su vida en un infierno y seguirá actuando acorde con esa idea. La realidad alimentará la creencia y viceversa. Se trata de un círculo vicioso que sólo puede romperse de una manera: amándose a uno mismo. ¿Suena difícil?

La mayoría de las veces, esas creencias negativas y pesimistas que tenemos sobre nosotros mismos tienen su origen en ideas o situaciones que vivimos de pequeños y que las posteriores historias experimentadas a lo largo de nuestra vida han ido confirmando (ya que con nuestro pensamiento y actitud las hemos atraído). La gran noticia es que las ideas se pueden cambiar. El pensamiento positivo es la clave. Por supuesto, lo mejor sería entender que somos seres preciosos de luz mucho más allá de nuestro EGO y que dejásemos de identificarnos con él, pero intentar cambiar nuestros pensamientos de negativos a positivos ya sería un gran paso. Querámonos, no debe ser tan complicado. Repitámonos cada día lo maravillosos que somos simplemente por existir; liberémonos de las pautas y patrones negativos aprendidos. Esas descripciones horribles sobre nosotros, ese “Yo soy esto” o “yo soy lo otro”, no somos nosotros, sino lo que nos han convencido que somos. En muchas ocasiones, cuando hacemos una afirmación sobre nosotros mismos no se trata de un pensamiento originado en nuestra mente, sino a través del pensamiento de otras personas que hace mucho nos dijeron que éramos eso. Pero, en cualquier caso, son ideas que están en nuestra mente y no en nuestro espíritu. La autodestrucción nunca puede formar parte del SER, pero sí de la mente egotista.

            Liberémonos de todo esto, de todos los convencionalismos e ideas absurdas que nos cortan las alas y nos ahogan el alma y simplemente disfrutemos de la alegría de SER queriéndonos bien, tal y como nos merecemos.

Raquel García García.

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Hola y Adios.

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La vida es un viaje de encuentros y desencuentros; de idas y venidas, por eso es tan importante aprender a decir “hola” y “adiós”. A muchos de nosotros nos cuestan más las despedidas que las bienvenidas y a otros esas marchas les provocan tanto dolor que acaban por no querer decir un hola profundo nunca más. Desapego no significa abandono, al igual que amor no ha de significar dependencia. Se puede aprender a amar en libertad, a decirle al otro “te quiero pero con la puerta abierta”, en eso consiste precisamente el desapego.  Cuando alguien decide irse de nuestras vidas resulta doloroso y entonces tenemos que entrar en una fase de duelo, pero ese duelo es sano y natural. Sentimos el dolor de la pérdida y luego lo superamos para dejarlo marchar y seguir nuestro camino; un sendero en el que seguro habrá nuevas y cálidas bienvenidas. Si ese duelo no se pasa; no se vive; no se afronta, no podremos recibir a nadie más, al menos no desde lo más profundo de nuestro SER; no de una manera incondicional, porque ese duelo enquistado se habrá convertido en un bloqueo de nuestro corazón y nuestra alma; en un miedo; en un lastre en nuestras vidas.  No seremos capaces entonces de entregarnos de verdad, de dejarnos llevar, de entrar de lleno en las circunstancias de ese presente del que esa nueva llegada forma parte; viviremos con ese adiós clavado en el alma, arrastrando esa carga del pasado.
La vida está llena muerte y nacimiento. Con cada cambio se produce una pequeña muerte (un “adiós” a algo que termina) y un pequeño nacimiento (un “hola” a una nueva situación); por eso es tan importante que aprendamos a decir “hola” y “adiós” y a tomar el desapego como una actitud de vida. No podemos pasar nuestra existencia escondiéndonos detrás de personas, situaciones, hechos o incluso objetos para protegernos. Somos válidos por nosotros mismos; somos individuos y todas las personas que pasen por nuestra vida lo hacen por algún motivo, pero también han de ser libres de marcharse si algún día ya no desean estar, al igual que también nosotros podemos decidir despedirnos si no queremos permanecer ahí  y aunque nos duela, podemos seguir viviendo, porque siempre nos tendremos a nosotros mismos, que es lo único fundamental; aquello sin lo que de verdad no podemos vivir en paz.
Es cierto que nada es casual, que la mayoría de las veces la buena suerte se crea y que nosotros somos los productores de nuestras circunstancias, pero interactuamos también en el camino con energías que provienen de otras vidas, de otras personas e incluso de la naturaleza y del Universo; eso hace que no podamos controlarlo absolutamente todo y que no todo salga como a nosotros nos hubiese gustado o como esperábamos. La vida no se puede planear al milímetro; está llena de cambios, de giros bruscos, de encrucijadas, que seguro han tenido que suceder así porque era eso precisamente lo que tenía que pasar para que nosotros aprendiésemos algo, pero que en ese momento sentimos que se escapa a nuestro control. Por eso también es importante dejarse llevar, asumir y aceptar; de experimentar la confianza en el proceso de la vida; de la rendición al momento presente. Quizás en ese momento no puedas cambiar tu situación de vida, pero lo que seguro puedes manejar es tu manera de afrontar las circunstancias y ahí es donde entra nuestro papel de directores de nuestra propia película, de creadores de nuestro guión.
Por eso es importante comprender que a veces es necesario despedirse de alguna actitud, hecho, situación o persona y dar la bienvenida a lo nuevo. Tendremos que hacerlo muchas veces a lo largo de nuestro camino.
El desapego no significa no poder amar, no poder entregarse a algo o a alguien, pero tampoco amar significa depender de ese algo o ese alguien. No por entregar mi amor tengo que perder mi libertad y mi autonomía; no por decir “adiós” soy mala ni irresponsable y no por “desapegarme” tengo que abandonar a esa persona o a ese alguien. Existe otra opción que es, como hemos dicho, amar en libertad; amar por el simple hecho de sentirlo así, sin esperar nada a cambio, sin necesidad; amar con la puerta abierta, entregar nuestro amor incondicionalmente sabiendo que esa persona o circunstancia puede decidir marcharse cuando desee y saber que tendremos  que aceptarlo así, afrontar nuestro dolor y seguir con nuestras vidas, así como que nosotros mismos somos libres de decidir marcharnos también y esa otra persona tendrá que aceptarlo de la misma manera. Ese es el verdadero amor incondicional. El apego, agarrarse a algo o a alguien con todas nuestras fuerzas no implica que esa persona no vaya a querer escaparse; porque cada uno de nosotros ha de decidir lo que hacer con su vida y en qué lugar desea estar.
Aprender a decir “hola” y “adiós”, comprender que este proceso forma parte de la vida,  es aprender a dar la bienvenida a la vida y al amor y despedirse del miedo. Al fin y al cabo, la propia vida comienza con un gran “hola” cuando aparecemos en escena y un gran “adiós” cuando se baja el telón.
Raquel GARCÍA GARCÍA
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