“En el agua demasiado pura no crecen peces”. Proverbio Zen.
A veces nos sentimos inseguros porque creemos estar muy alejados de ese equilibrio o incluso esa perfección que tanto ansiamos. Crece dentro de nosotros un miedo y, por tanto, una aversión a mirar hacia dentro y observar nuestras sombras cara a cara y no comprendemos que mirarlas, atenderlas y aceptarlas es precisamente aquello que nos ayudará a trascenderlas.
La única forma de dejar marchar la inseguridad es aceptándose y amándose a uno mismo en toda su extensión y, por tanto, esa es la puerta de salida que habremos de buscar si de verdad deseamos estar en paz y equilibrio a pesar de las circunstancias. Nuestra mente es dual; todos tenemos luces y sombras y uno no puede trascender aquello que no conoce. Trabajarse a uno mismo, conocerse, y aun así llegar a amarse y respetarse sin condiciones; el AMOR con mayúsculas, es lo que atraviesa los miedos y las inseguridades. Creo que cuando uno se inicia en este camino, descubre un sendero de por vida y que estamos en continuo aprendizaje y desarrollo. Uno no llega de repente un día y dice: “venga, ya soy un ser plenamente consciente y equilibrado”. La vida nos presenta constantemente giros y vueltas de tuerca causales, que no casuales, que nos invitan a adaptarnos y a seguir aprendiendo y, si observamos, atendemos y aprendemos, vamos vislumbrando poco a poco más momentos de luz; de despertar; de ese “darnos cuenta”, que nos resultan tan mágicos y que, aún pareciendo breves y fugaces, acaban significando un salto cuántico en nuestra evolución personal, porque se quedan instalados en nosotros y algo cambia. Y es así como vamos trascendiendo esos miedos y esas inseguridades.
No somos tan diferentes unos de otros, de hecho, todos provenimos del mismo lugar y somos uno en esencia; todos tenemos esas sombras y, a veces, las sobrevaloramos; les tenemos tanto miedo y tememos tanto mirarlas de frente que acabamos convirtiéndolas en nosotros y construyéndonos un disfraz; una máscara a modo de muralla defensiva para esconderlas y que nadie, ni siquiera nosotros mismos, tengamos que verlas.
Nuestra dualidad puede transformarse en una oportunidad de oro hacia una mayor consciencia si aprendemos a valorarla, aceptarla y amarla, porque sólo así llegaremos a trascenderla y transformarla.
Raquel García García