Resulta curioso cómo hemos logrado convertir algo que nosotros mismos creamos para ayudarnos en nuestra supervivencia; algo que se supuso un recurso de ayuda con un fin práctico, en un archienemigo, fan de las prisas y generador de estrés. El tiempo fue ideado para colaborar con nosotros; para ser nuestro aliado y no para marcar el ritmo de nuestra vida.
¿Nadie siente nunca que el tiempo se le escurre entre los dedos?; ¿No os paráis a veces a contabilizar el tiempo vivido y el que queda por vivir?; ¿no corréis apresuradamente para llegar al trabajo; a casa; al supermercado; a una cita?; ¿No os ocurre a veces que no disfrutáis del camino de realización de una actividad por estar pensando en la siguiente que habéis de hacer con urgencia?
Lo paradójico es que los minutos, los segundos, las horas, no son reales; no existen. Se trata de una unidad de medida creada por y para nosotros; para desenvolvernos de forma más eficaz en nuestro medio, pero al final hemos acabado siendo esclavos de la misma. Los animales no se guían por un reloj de pulsera para realizar sus tareas de supervivencia cotidianas, sino que se dejan llevar atendiendo a sus biorritmos y a su instinto. ¿Acaso nosotros no tenemos instinto? Vivimos obsesionados con el tiempo y el número de horas que le dedicamos a cada cosa; nos empeñamos en hacer más y más en el tiempo establecido desoyendo a veces nuestras necesidades de descanso. Nos empeñamos en vivir recordando el pasado o haciendo planes de futuro, o invadiendo tanto nuestro momento presente que dejamos de prestar atención a lo importante. No nos damos cuenta de que sólo existe el aquí y ahora y que después de ese aquí y ahora, vendrá otro aquí y ahora. Un pájaro no se plantea qué hora es cuando tiene hambre; simplemente come, porque aquí y ahora siente la necesidad de nutrir a su organismo.
Estoy de acuerdo en que el tiempo, usado con un fin práctico, puede sernos de gran utilidad, pero esto cambia de forma radical si lo transformamos en responsable de nuestro plan de vida; si permitimos que nos diga lo que hemos que hacer y lo que no en cada momento. Ser organizado no significa convertirse en esclavo del tiempo. Vivimos en una sociedad en la que se nos planifica cada hora, en la que se nos marcan metas diarias en base a tiempos establecidos, e incluso nosotros mismos nos llegamos a obsesionar con la idea de cumplir ese plan. Pongamos cada cosa en su lugar; usemos esta herramienta con el fin adaptativo y práctico con el que fue creada. Seamos más flexibles; la flexibilidad es una capacidad altamente adaptativa. Fluyamos con la vida y dejemos de estar encasillados y encorsetados por usos y costumbres aprendidas; disfrutemos de las oportunidades de ser que se nos regalan a cada instante; exprimamos la vida en el mejor de los sentidos. Seamos aquí y ahora.
Raquel García García
Cronos…!
El tiempo ese chivato cabrón y silencioso que ni se dobla ni se rompe por nada ni nadie y que espera paciente al tropezón que juzgue nuestro azar.
Ta guapo el blog Raquel aunque sólo le eché un vistazo por encima, muy filosófico jejeje, ta guay, te has ganado un cliente! Vemos el lunes…
p.d.: aprender a decir «no» jejeje… buena entrada esa…
jajajjjj. Me alegro de que te guste compañero, bienvenido. Lo de «Aprender a decir no» es un valor en alza e imprescindible en mi filosofía de vida 🙂 Un beso!