Porque el odio no se vence con odio; el odio se vence con amor. Ésta es una ley eterna. (Dhammapada 1:5).
Para los que hayáis leído la Biblia, a esto se refería Jesús cuando hablaba de poner la otra mejilla. Cuando permitimos que el rencor y la rabia se instalen en nuestros corazones, nuestra alma se oscurece y lo único que conseguimos es crear más dolor.
Cuando odiamos escudados en el daño que nos han causado hacemos responsable a la otra persona de nuestro dolor y de nuestra propia vida. Aunque parezca difícil de asimilar, todo cuanto acontece en nuestras vidas ocurre porque de algún modo nosotros hemos provocado o permitido que así sucediese. Esto es un camino de aprendizaje y todas nuestras experiencias, las consideremos negativas o positivas, nos sirven para crecer.
Somos amor, amemos. Si respondemos a alguien con amor, no crecerá la semilla negra del odio en ambos corazones y esa persona tóxica cambiará su conducta o se apartará de nosotros al descubrir nuestra luz. Si por el contrario respondemos con odio, lo fomentaremos y sólo conseguiremos hacernos más daño. Nuestra naturaleza es AMAR, no ODIAR, venimos del amor.